Re-imagina esa conversación difícil

Si vas a tener una conversación que sabes que será «difícil», es muy probable que te sientas nervioso, presionado, molesto o hasta enojado. Y, si te dejas absorver por esos sentimientos, esa reunión no tendrá un buen resutado. Pero puedes prepararte haciendo cosas simples que te llevarán a un buen resultado.

Para minimizar esas emociones estresantes, trabaja en tus pensamientos. Trata de pensar en esa discusión como una conversación sin cargas predeterminadas. Por ejemplo, en lugar de una discusión sobre comentarios negativos, piensa en ese momento como una conversación constructiva sobre el desarrollo. O bien, no pienses que le estás diciendo que «no» a esa persona -tu jefe, tu colaborador o tu cliente- sino que le estás ofreciendo una solución alternativa.

Este tipo de discusiones funcionan mejor cuando las vives como conversaciones normales y las abordas con apertura. No se trata  de engañarte a ti mismo. Sé honesto sobre lo difícil que puede ser la conversación, pero colócala en un marco constructivo. Piensa en la conversación deciéndote: «Puede que tengamos que hablar de cosas difíciles, pero las solucionaremos, porque él/ella y yo siempre nos hemos respetado y trabajado bien juntos».

Nuestros pensamientos trabajan ligados a los sentimientos. Y las experiencias vividas forman creencias que contienen una carga de ideas y emociones. Formulamos juicios de las experiencias y no siempre están fundados en hechos objetivos, sino en la interpretación que hacemos del hecho vivido. Esto produce una etiqueta emocional que estará determinando la interacción que yo tenga con esa persona, a menos que la reprograme.

Hay una frase que ilumina esto: «No es lo que me pasa, sino la forma como veo y reacciono ante lo que me pasa». La realidad la construyo yo. Al reorientar tu pensamiento bajas el estrés, piensas más ojetivamente y creas soluciones positivas.

Ángel Rivero, PhD

Consultor senior, Coach y Director