Todos deseamos ser efectivos y no equivocarnos, pero la realidad es que estamos expuestos a tomar malas decisiones. Somos humanos, no infalibles.
El problema no es si te equivocas, sino cómo reaccionas a eso. Nadie espera que seas perfecto, pero la forma en que manejas el error es la que habla bien o mal de ti. Pero como hemos crecido en la cultura donde el error es «fatal», vergonzoso y tendemos a esconderlo.
Es mucho mejor aceptar y aprender del error ahora, en vez de taparlo y arrastrarlo. Esconderlo no suele ser positivo, pues no creces y los demás, como sea, terminan por darse cuenta. No desperdicies más recursos, basta cambiar el paradigma.
Ante una equivocación, toma responsabilidad sobre lo sucedido. Muestra conciencia del hecho, reconoce la parte que estaba en tu control y, si provocó algún daño, busca repararlo. Usa el ABC como método, es simple y funcional:
A. reconoce tu parte de responsabilidad
B. pide disculpas por lo provocado (por acción u omisión)
C. toma acciones para repararlo
Una vez que hayas tomado medidas, reflexiona sobre lo sucedido. ¿Podría haber sido evitado o haberse resuelto en otra forma? Aprende de ello para no repetirlo. Actúa rápido al darte cuenta que te equivocaste.
Ángel Rivero